Autores: Vicenzo Agnetti, Wofgang Aurifaber, Benedetto Bordone, Atelier del Maestro del Pellegrinaggio, Stefano Della Bella, Atelier del Maestro dell Echevinage di Rouen, Maestro di Troyes, Antonio Dias, Durero, Titus Kaphar, Armando Marrocco, Paolo Monti, Charles Neel, Antonio Paradiso, Claudio Parmiggiani, Jean Pichore, T.V. Santosh, William Xerra.
miércoles, 24 de diciembre de 2008
Armonías temporales
martes, 23 de diciembre de 2008
¿Wunderkammer, Museo, Acumulación?
Cuenta su mujer que cuando estaba a punto de morir visitó sus obras por última vez sin creerse todavía cómo había podido realizar todo aquello.
Schumacher, M.L. Journal Sentinel On Line Milwaukee Wisconsin, 6 dic. 2008.
domingo, 7 de diciembre de 2008
La Wunderkammer del profesor Revillod
Esta joya bibliográfica de la zootecnica moderna permite tener 4096 fieras diferentes gracias a las láminas realizadas por Javier Sáez Castán y los comentarios de Miguel Murugarren a partir de los apuntes del natural tomados por el reconocido profesor.
Se muestra aquí el Corfangre, ruidoso pajarraco de majestuoso porte de los bosques malayos. Fantástica criatura donde las haya.
Como señala el editor al hablar del Instituto Revillod: "Afán de esta institución es que queden atrás, para siempre, los tiempos oscuros en los que generaciones ingratas hundían en el olvido a genios que veían que su clarividencia no sólo era incomprendida, sino que los llevaba a una penosa situación de ruina, cuando no de locura".
A lo que añade el ilustrísimo profesor: "Atravesando tierras y mares desconocidos, escalando cumbres y explorando simas, viajando en ferrocarril o en globo aerostático, he tenido siempre un norte inalterable en la frase esperanta que aparece, orgullosa, en el emblema de la Universidad de Bratislava: La Scienco, torco kaj grido da Homaro. Sí, la Ciencia, antorcha y guía de la Humanidad, como una luz de progreso y civilización, ha sido el mensaje que he intentado sembrar en las tierras en las que he desarrollado mi misión. Disfruten, amigos, con este legado que dejo a la posteridad".
sábado, 15 de noviembre de 2008
Una Wk en Feriarte
domingo, 2 de noviembre de 2008
El Museo del Discreto
"Éstas, ponderaba, son las preciosas alhajas de los entendidos. ¿Qué jardín del Abril, qué Aranjuez del Mayo, como una librería selecta? ¿Qué convite más delicioso para el gusto de un discreto, como un culto museo, donde se recrea el entendimiento, se enriquece la memoria, se alimenta la voluntad, se dilata el corazón y el espíritu se satisface? No hay lisonja, no hay fullería para un ingenio, como un libro nuevo cada día?".
Baltasar Gracián, El Criticón I, 1653.
El jesuíta aragonés Baltasar Gracián (1601-1658) escribía estas líneas cinco años antes de su muerte. Es uno de los grandes escritores del Siglo de Oro español y la mayoría de sus obras fueron editadas por uno de los coleccionistas españoles más reputados, Vicencio Juan de Lastanosa (1607-1681). El museo de Lastanosa se conoce como lastanosino y conformó uno de los gabinetes de curiosidades más importantes de la época en su palacio del Coso de Huesca.
"Lastanosa reunió en su palacio del Coso una gran biblioteca y museo. El palacio era ya de por sí un edificio notable, con una fachada en la que destacaba una torre con una estatua de Hércules desnudo, que sostenía sobre sus hombros la esfera del Universo. Tras el palacio se extendían unos singulares jardines, cuyos elementos más sobresalientes eran un gran estanque navegable y un laberinto vegetal. Los jardines lastanosinos ocupaban buena parte del espacio del actual Parque Municipal, que es por tanto heredero directo de aquellos.
La biblioteca, de la que existe un detallado catálogo conservado en Estocolmo, contaba con cerca de 1.500 libros y manuscritos. Por lo que hace a sus colecciones, estaban formadas por pinturas, esculturas, grabados, monedas, medallas, camafeos y piedras preciosas, antigüedades, mapas, instrumentos científicos, objetos exóticos, fósiles y prodigios naturales, armas, etc. Esta clase de colecciones, eclécticas y maravillosas, eran comunes en la Europa de su tiempo. Se las conocía como Gabinetes de curiosidades (Cabinets de curiosités) o Cámaras de maravillas (Wunderkammern). Con ellas se pretendía recrear una imagen lo más completa posible de la naturaleza y las realizaciones humanas.
La biblioteca y museo de Vincencio Juan de Lastanosa se inscriben plenamente en este fenómeno europeo. Sin salir apenas de Huesca, Lastanosa supo mantenerse en contacto con otros eruditos y coleccionistas de Europa. En Francia fueron especialmente estrechas sus relaciones con Francisco Filhol, un clérigo de Toulouse que había reunido colecciones similares a las suyas. En Italia, el mecenas oscense intercambió correspondencia con el célebre jesuita alemán Athanasius Kircher".
Página de Vicencio Juan de Lastanosa
lunes, 27 de octubre de 2008
Hamilton, el amante del volcán
“Pero cuando haya dispuesto adecuadamente los raros y bellos objetos que poseo, no precisaré salir nunca, ni siquiera me veré obligado a ver a nadie. Así fortificado, puedo alegremente contemplar la destrucción del mundo, puesto que habré salvado todo lo que hay de valioso en él. No queréis dar a otros la oportunidad de admirar lo que habéis coleccionado, dijo el Cavaliere.
¿Por qué habría de interesarme la opinión de quienes son menos inteligentes y sensibles que yo?
Entiendo vuestro punto de vista, dijo el Cavaliere, quien nunca antes había pensado en el coleccionismo como una exclusión del mundo (a pesar de que últimamente el mundo parecía estar en guerra con él) y sus colecciones habían sido una provechosa, así como placentera, conexión entre ambos.
Estaba claro que a su pariente le importaba un comino la mejora del gusto público. Pero, aventuró el Cavaliere, acaso William consideraba que los expertos de una época futura verían sus colecciones y las estimarían en su auténtico valor, con suficiente inteligencia para apreciar lo que él tenía…
Nada me resulta más odioso que pensar en el futuro, le interrumpió William.
Entonces el pasado es vuestro…
No sé ni siquiera si amo el pasado, William volvió a interrumpir con impaciencia. En cualquier caso, el amor no tiene nada que ver con esto.
Ésta fue la primera experiencia del Cavaliere del coleccionismo de venganza. Venganza facilitada por un inmenso privilegio. Su pariente nunca había tenido que pensar si podía permitirse aquello de lo que se encaprichaba o si sería una buena inversión, como el Cavaliere había tenido que hacer siempre. Coleccionar, como todas las experiencias de William, era una aventura dentro de lo infinito, lo impreciso, lo que no había que contar o sopesar. Ignoraba el inveterado placer del coleccionista en hacer inventarios. Éstos describían sólo lo finito, como diría William. No existía el menor interés en saber que uno poseía cuarenta cajas de lacas marroquíes y trece estatuas de San Antonio de Padua y una vajilla Meissen de trescientas sesenta piezas. Y los seis mil ciento cuatro volúmenes de la espléndida biblioteca de Edward Gibbon, que él había comprado al enterarse de la muerte del gran historiador en Lausana (William había despreciado su Decadencia y caída), pero nunca fue ni envió a nadie a buscarlos. Puesto que no sólo tenía que saber exactamente lo que poseía sino que a veces compraba cosas para no tenerlas, para apartarlas de otros; quizás incluso de sí mismo.
En algunos casos, meditaba William, es la idea de posesión lo que a mí me basta.
Pero si no veis y tocáis lo que poseéis, dijo el Cavaliere, no tenéis la experiencia de la belleza, que es lo que todos los amantes del arte (todos los amantes, iba a decir) desean.
¡Belleza!, exclamó William. ¿Quién es más susceptible a la belleza que yo? ¡No es preciso que me ensalcéis la belleza! Pero hay algo todavía más elevado.
¿Qué es…?
Algo místico, dijo William fríamente. Temo que no lo comprenderéis.
Vos me lo contaréis, dijo el Cavaliere (...)
Contadme, dijo él.
Subir tan alto como sea posible, proclamó William. ¿Me expreso con claridad?
Con perfecta claridad. Os referís a vuestra torre.
Sí, si os parece, mi torre. Me retiraré a mi torre y nunca bajaré.
Con eso escapáis del mundo al que reprocháis que os maltrata. Pero también os confináis.
Como lo que hace un monje que busca…
Seguramente no diríais que vivís como un monje, interrumpió el Cavaliere con una risa.
Sí, ¡seré un monje! No me comprendéis, naturalmente. Todo este lujo – William señaló con su esbelta mano las colgaduras de damasco y los muebles rococó – no es menos válido como instrumento del espíritu que el látigo que el monje cuelga en la pared de su celda y descuelga cada noche para purificar su alma”.
Susan Sontag, El amante del volcán (1996)
viernes, 24 de octubre de 2008
Le Gray y los espacios expositivos del XIX
En este Salón de 1852 el espacio tiene una apariencia casi fantasmagórica. Queda iluminado por la luz cenital y las obras de arte yacen solitarias en el museo-mausoleo. Los cuadros se apiñan en las paredes, como sosteniéndose unos contra otros, mientras los más grandes, en las alturas, están como acechando el lugar. Desperdigadas quedan las esculturas, en el centro del largo corredor, en un entorno frío, al decir de Valéry, sin visitantes.
Pero frente a esta visión negativa, también es cierto que la imagen tiene como un aura especial. Capta la fugacidad de un momento, una disposición que ya no existe, un momento del arte que ya no lo es.
Estas fotografías son documentos visuales únicos para los historiadores de los museos y del patrimonio. Reliquias de una memoria que hay que conservar, como auténticos y venerables tesoros, al igual que las grandes obras maestras del arte.
domingo, 19 de octubre de 2008
Denon y el Louvre imperialista
Dominique Vivant, Barón de Denon (1747-1825)
Bajo su dirección el Louvre concentró las grandes obras maestras del arte más reconocidas en sus salas, como el Laocoonte o el Apolo del Belvedere que, tras la Restauración, volvieron, en algunos casos, a sus lugares de origen. Como señaló Goethe, se estaba formando un cuerpo del arte como antes lo había supuesto Roma y con ello se hacía imprescindible para todo artista la visita a este lugar.
jueves, 2 de octubre de 2008
Federico de Madrazo y los museos florentinos
Goethe y la Galería Real de Dresde
martes, 30 de septiembre de 2008
Ángeles e insectos
Había pieles de mono y delicadas pieles de loro, lagartos disecados y serpientes monstruosas, cajas y más cajas de escarabajos muertos, de un verde brillante o un morado iridiscente, demonios ateados de monstruosas cabezas con cuernos. También había cajones de muestras geológicas, y paquetes de musgos, frutos y flores variadas, provenientes tanto de los trópicos como de los casquetes polares, dientes de oso y cuernos de rinoceronte, esqueletos de tiburones y matas de coral. Al parecer algunos bultos habían sido reducidos a polvo en suspensión por la acción de las termitas, o condensados en una masa viscosa por efecto del moho. William preguntó a su bienhechor bajo qué criterio quería que procediese, y Harald le dijo: "Póngalo todo en orden, ya sabe. Que tenga sentido, colóquelo todo siguiedo un orden".
(...) Se agenció una mesa de caballete y varios libros de cuentas, una serie de cómodas de coleccionista y algunas alacenas para ejemplares que no podían ponerse acostados ni meterse y sacarse cómodamente de los cajones. Montó su microscopio, y empezó a hacer etiquetas. Cambió las cosas día a día de cajón a cajón, hasta que se encontró con una plétora de escarabajos y una repentina plaga de ranas. No podía inventarse un criterio ordenador, pero prosiguió tenazmente haciendo etiquetas, armando, examinando".
Byatt, A.S. Ángeles e insectos (1992)
martes, 9 de septiembre de 2008
Wunderkammer en el MoMA
Maravillosa exposición en el MoMA hasta el 10 de noviembre, bajo el título Wunderkammer, a century of curiosities. Gran diseño el de su página web, una cámara maravillosa en sí misma.
Desde el simbolismo al surrealismo hasta llegar a la actualidad, incluido el siempre admirado Mark Dion. Cita ineludible para todo un Wunderk.
http://www.moma.org/exhibitions/2008/wunderkammer/
lunes, 8 de septiembre de 2008
Schlosser y la historia de las Wunderkammern
Julius von Schlosser
(Viena, 1866- id., 1938)
Schlosser es el historiador del arte al que le debemos la fascinación por las historias del coleccionismo gracias a su pionero libro escrito a comienzos del XX (Die Kunst - und Wunderkammer der Späterenaissance). Estuvo ligado como conservador al Kunsthistorisches Museum de Viena y se centró tanto en las artes decorativas como en el universo de naturalia y artificialia que no necesariamente constituían las grandes obras maestras del arte universal.