sábado, 19 de junio de 2010

La dama blanca del Métropole


"¿Sería actriz? Cara muy pálida, al principio le pareció empolvada, finamente subrayados sus ojos y cejas. Negros como su pelo, que el turbante no llegaba a cubrir por completo. Labios finos, apretados en una raya granate. Un hoyuelo - toque de Venus, los llama Mons- en la barbilla. También se fijó en la finura de sus piernas y en el brillo nacarado de sus medias de seda, en los puntiagudos escarpines blancos. Figura de figurín, así pensó dibujarla Mons, de figurín de Vogue de los tiempos de maricastaña, o de Paul Poiret, aunque de edad indefinida, quizás al borde de los sesenta, bien disimulados. (...)
¿Quién era ella verdaderamente?
¡Rosa Mir!, exclamó Vanderdecker, el gran coleccionista belga, cuando Mons le preguntó por teléfono si conocía a Madame Mayer. Rosa Mir, la violonista prodigio, y no menos pródiga coleccionista, un personaje de leyenda aun antes de convertirse en Madame Mayer y sobre todo después de enviudar en trágicas circunstancias. Se había casado con uno de los fundadodres de la firma farmacéutica suiza Gebrüder Mayer; o con ambos, explicaría malicioso Vanderdecker, porque eran gemelos inseparables, hasta que se produjo el incendio en el que murió el casado con Rosa Mir. Que era española, ¿no lo sabía?, y se le ocurrió que organizaría en su casa una cena en honor de la más extraordinaria coleccionista para que Mons tuviera la oportunidad de encontrarla despierta. Y tanto. La llamativa dama de blanco y boa de pluma blanca (¿la viuda blanca? ¿una forma de llevar el luto en negativo, a la japonesa?) inspeccionando con aire sherlockholmesco o maigretesco un Magritte (una monstruosa rosa roja que ocupaba toda una habitación) que le hacía fruncir el ceño de tal modo que Mons se dijo que ella iría a exclamar "¡Esto no es un Magritte!" o, aún por, "¡Esto no es una rosa!"; pero ella sólo murmuró en francés: "En los buenos tiempos yo tenía la blanca", o así creyó entender Mons, plantado junto a ella en ese pasillo recoleto en el que se alineaban media docena de Magrittes. Dans le bon vieux temps? "Sí, la rosa blanca titulada Le tombeau des butteurs, dijo ella, y señaló el título en el marco de la roja: Le tombeau des lutteurs. (...)
Durante años, a partir del encuentro en Bruselas, Mons acudió a la cita con Rosa Mir en hoteles de medio mundo, o -cuando no podía desplazarse- le enviaba obras adecuadas para distraerla en su soledad de coleccionista trotagalerías.
Mons guardaba, lleno de dobleces, un reportaje reciente de La Vanguardia, de Barcelona, que era todo un curriculum.

ROSA MIR
COLECCIONISTA DE MUNDO

Rosa Mir, viuda de Mayer, barcelonesa nómada, que ya de niña, en los años cuarenta, daba la vuelta al mundo como violonista prodigio, en una meteórica carrera que se interrumpió de pronto misteriosamente después de ganar a los trece años el trofeo del programa de radio neoyorkino "Rising Musical Stars", sigue recorriéndolo incansablemente como no menos coleccionista y mecenas. Tras la trágica muerte en 1982 de su marido, el químico y coleccionista suizo Hadrian Mayer, en el incendio de su villa "Vieux Temps", a orillas del lago de Zurich, al intentar salvar algunas obras maestras de su colección de pintura contemporánea, Rosa Mir se propuso retomar la antorcha-testigo, si así puede decirse, la llama de la pasión del coleccionismo y del mecenazgo, de forma totalmente original de acuerdo a sus gustos y personalidad compulsiva de acaparadora que no para. Según revelaba una crónica del Neue Zürcher Zeitung, a los pocos días del siniestro, Rosa Mir, ante las ruinas aún humeantes de su villa, de la que logró escapar de milagro, decidió no volver a tener un hogar como en el buen "vieux temps" o sólo un hogar al día. De ahí en adelante viviría sólo en hoteles, cambiando de ciudad frecuentemente, como en sus años de violinista. Al comprobar que la inestimable colección de pintura y tantos muebles no menos únicos -en el reportaje se mencionaba especialmente un secreter con cajones secretos obra de Roentgen- habían quedado casi totalmente reducidos a cenizas. Rosa Mir declaraba al Neue Zürcher Zeitung que se proponía constituir de ahí en adelante colecciones "no permanentes" o transitorias, por unos cuantos días, en las habitaciones de hotel que fuera ocupando. (...)
Ella además visitaba incansablemente las principales galerías, anticuarios, estudios de artistas de la ciudad en busca de nuevas piezas. Cuando la habitación del hotel estaba tan repleta, que tenía la sensación de que ya no quedaba sitio ni para ella misma, se resignaba a cambiar de aires y volver a empezar su colección "no permanente" en otra ciudad. Pedía entonces a su amigo el galerista Carles Taché, de Barcelona, que se encargara de desocupar la habitación y distribuir las obras entre otros coleccionistas. En realidad, confesaría Rosa Mir, la pasión del coleccionista se colmaba con conseguir la pieza extraordinaria y guardarla sólo por breve tiempo, a la manera de esos pescadores que se conforman con la emoción de la captura y antes de irse devuelven el pez al agua.
Cada habitación del hotel ocupada por Rosa Mir acababa siendo una suerte de "cabinet d'amateur" y a la vez, sin saberlo o pretenderlo ella, una instalación sui generis". (...)
En la carpeta Imago Mundi, que acaba de presentar en Barcelona el pintor Víctor Mons se recogen muchas anécdotas de la vida y milagros de Rosa Mir, de su mundo mirífico, de su vuelta al mundo en ochenta habitaciones de hotel - en la que no podía faltar la 204 del Hotel Majestic de su Barcelona natal- y de su pasión de coleccionista errante."

Julián Ríos, Monstruario. Barcelona: Seix Barral, 1999.



domingo, 13 de junio de 2010

La Wunderkammer de Rosamond Purcell





Over the years, Boston artist Rosamond Purcell has photographed goliath beetles and translucent bats culled from the backrooms of natural history museums; a collection of teeth pulled by Peter the Great; moles flayed by naturalist Willem Cornelis van Heurn; and scores of worn and weathered objects, like the termite-eaten book and fish skeleton at right. Purcell is fixed, in other words, on the state of decay (...)

Purcell treats old objects with a sense of wonder. Her aesthetic has sometimes been described as pre-enlightenment. Yet the works is far more contemporary than it first appears. The obsessive focus on selecting, classifying, and repurposing- the culling of favorites from other peoples' favorites- makes it like some ultracool group projects on the Web.

Slate, Stay of Decay. Rosamond Purcell.

John Crowley, Metamorphosis: Rosamond Purcell's Natural History, Boston Review, may.-jun. 2007.

Fotos:
Foto 1: Cubierta del libro Endless Things de John Crowley, 2007.
Foto 2: Mole Skins From the Collection of van Heurn. Finders, Keepers: Eight Collectors, 1992
Foto 3: Wall From Studio, Two Rooms (detalle) Santa Monica Museum of Art, 2003.
Foto 4: Teeth Pulled by Peter the Great. Finders, Keepers: Eight Collectors, 1992.

viernes, 11 de junio de 2010

El hilo de Ariadna

Desde que nací me he dedicado a reunir toda clase de objetos. Ya avanzada mi vida, y puesto que mis medios económicos me lo permitían, me centré en el arte y sigo en ello. Por alguna curiosa razón, la idea de tener una caja de madera pintada suiza se hace más interesante cuando posees más de una, porque la comparación entre las diferentes formas de expresar la misma idea transmite un mensaje y ofrece cierta perspectiva. Coleccionar es como seguir el hilo de Ariadna; una obra te lleva a la otra, y nuestra comprensión se beneficia de la constante búsqueda.

Baronesa Marion Lambert. Nacida en Amsterdam, se casó con un importante coleccionista. Vive en Ginebra y está considerada una de las primeras mecenas de la fotografía contemporánea. Su colección de fotos fue titulada La Venganza de Verónica.

Fotografía 2: Mike Kelley, Ahh... Youth (1991).

sábado, 5 de junio de 2010

Lady Charlotte en Sevilla




Sevilla, 1870.
A long day with the Commissionaire, Alfonse Laboisse, visiting curiosity shops. Our only purchases were at Mariano Fernandez's, 17 Calle de Canteros, a littly Rosary with gilt filigree (8/4). Two small leaves with currants in relief of either Staffordshires or Fullham Ware (15/-); and a pair of old paste bracelet snaps (12/6) which I bought for Enid, who collects these things.
At a little shop, Diego Astma's, 97 Alameda de Escale, we found a curious collection, chiefly of broken things. Among them a very fine Moustier Ware dish, most delicately painted in blue, with the Rape of Helen in the centre, and Olympian deities and Arabesques all round and about her. Unfortunately it had been broken things. Among them a very fine Moustier Ware dish, most delicately painted in blue, with the Rape of Helen in the centre, and Olympian deities and Arabasques all round and about her. Unfortunately it had been broken but had been well mended; for this we gave 1.10.0. At the same time we got a little marked Buen Retiro figure of Africa, one arm wanting, the head also having been off. Though the man knew nothing of what it really was, we had to give a sovereign for it. Antiquities are dear and bad at Seville!
We looked at a frame with a small man, Cabriller, 20 St. Elay, but did not buy it. Called at an Italian's Vivaldis, 17 Mendez Nuños, who had some extravagantly dear cabinets, and also a few good pieces of French ware, about which we paused. He is dear, and is a man I do not like, but has intelligence. I fancy he buys all poor Diego Astma's good things from the small miscellaneous shop and sells them at great profit. Wen to Don Jose Devera, 33 Calle Amor de Dios, a superior kind of dealer, who has fine and high-priced things. To Ignacio Gallindo, 17 Calle de Saragosa, who was absent at Madrid, so that we saw nothing with him (his Madrid address is Fonda de Paris, or des Princes).
Lastly, to Don Manuel Robles, 5 Calle de la Cuna. He is a man of good means, a private gentleman, and buys and sells because he says it is his amusement; certainly he was our amusement for the time- but he talks too much, and his descriptions in bad French are interminable. We promised to see him again. We were told tonight that there were disturbances at Triana, but in the morning all was reported quiet. However, news came of a revolt at Barcelona.

Lady Charlotte Guest Schreiber, Lady Charlotte Schreiber's Journals. Confidences of a Collector of Ceramics and antiquities thorought Britain, France, Holland, Belgium, Spain, Portugal, Turkey, Austria and Germany from the year 1869 to 1885. Londres: Her son Montague J. Guest, 2 vols.



The Wunderkammer of Lady Charlotte Guest examines the life of a truly extraordinary Victorian woman, Lady Charlotte Guest Schreiber. Lady Charlotte learned Welsh in order to provide the first complete translation of the Mabinogion; ran her late husband's ironmongery until her eldest son attained his majority; then married a man fourteen years her junior and enjoyed a distinguished career as a collector of porcelain, playing cards, and fans. Although Lady Charlotte's biography is fascinating in its own right, the scholarly emphasis of this book centers on how the impulse to collect informed her translations and her journals as well as her later catalogues. Using the theories of Jean Baudrillard, Walter Benjamin, Mieke Bal, Susan Miller, and Susan Pierce, this book examines how collecting allowed Lady Charlotte to create a series of private signifying systems that often countered the prevailing Victorian discourse assigned to women.