martes, 21 de abril de 2009

Preston, Child y los gabinetes norteamericanos del XIX






"Todo estaba lleno de polvo, incluso las solapas gastadas de la chaqueta del archivero. Una lámpara con pantalla verde proyectaba un círculo de luz en el añejo escritorio, invadido por montañas de papeles. También había una máquina de escribir, una Roya antigua que debía de ser lo único de la sala libre de polvo. Nora vio que al otro lado de la mesa habían estanterías de hierro colado, llenas de libros y de cajas que se perdían en la oscuridad, profunda como el mar. Con tan poca luz era imposible de la sala (...)

- Busco información sobre... sobre los gabinetes de curiosidades- dijo ella.
El hombre, que estaba ocupado en volver a echar los cerrojos, giró la cabeza, y se le iluminaron los ojos legañosos.
- ¡Ah, pues ha venido al lugar indicado! En su día, el museo absorbió la mayoría de los gabinetes de Nueva York. Tenemos todas las colecciones y todos los documentos. ¿Por dónde quiere que empecemos?
(...)
- Los gabinetes de curiosidades. Uno de mis temas preferidos. Ya sabe que el primero fue el de Delacourte, fundado en mil ochocientos cuatro.- El eco de la voz de Puck recaía sobre sus hombros encorvados-. Era una colección fabulosa. Un ojo de ballena conservado en whisky, una dentadura de hipopótamo, un colmillo de mastodonte aparecido en una ciénaga de Nueva Jersey... Ah, y el último huevo de dodo, faltaría más; un solitario de la isla Rodrigues, para ser exacto. Lo trajeron vivo en una caja, pero después de exponerlo resulto que había salido la cría y... ¡Ajá, ya estamos!
Bruscamente se detuvo, levantó los dos brazos para bajar una caja de una de las baldas superiores y abrió las solapas. No contenía el material del gabinete Shottum, como esperaba Nora, sino un huevo muy grande dividido en tres partes.
- Como de todas estas cosas no consta el origen, no las integraron en la colección principal del museo. Por eso las tenemos aquí.- Señaló los trozos de cáscara con veneración y satisfacción-. El Gabinete de Historia Natural de Delacourte. Cobraban veinticinco centavos la entrada, que para entonces era mucho.
(...)
- ¿Por qué vía llegaron los gabinetes al museo?- preguntó ella.
- Cuando se inauguró el museo, que era gratis, les quitó la clientela y tuvieron que cerrar. Claro que mucho de lo que exponían era falso, ya se sabe, pero también había artículos científicamente valiosos. Cuando los gabinetes quebraron, los compró uno de los primeros conservadores del museo, que se llamaba McFadden.
- ¿Dice que había muchas cosas falsas?
Puck asintió solemnemente.
- Cosían dos cabezas a un cordero, o cogían un hueso de ballena, lo teñían de marrón y lo presentaban como de dinosaurio. Aquí tenemos algunos ejemplos.
Mientras Nora se apresuraba a seguir a Puck a la siguiente hilera, se preguntó cómo encauzar en su proyecto un torrente así de información.
- Los gabinetes hacían furor. Hasta P.T. Barnum empezó su carrera comprando uno que se anunciaba como "El Museo Americano de Scudder". Incorporó seres vivos, y fue la semilla de su circo. Ya ve.
- ¿Seres vivos?
- Sí, el primero fue Joice Heth, una mujer negra viejísima que según él tenia ciento setenta y un años y había sido la niñera de George Washington. El que denunció el engaño era de esta casa: Tinbury McFadden.
- ¿Tinbury McFadden?
A Nora empezaba a entrarle pánico. ¿Conseguiría salir?
- Sí, Tinbury MacFadden. Era conservador del museo en los años setenta y ochenta del siglo diecinueve, y le interesaban mucho los gabinetes de curiosidades. Era un personaje un poco raro. Desapareció de un día para otro.
(...)
Llegaro a un claro entre anaqueles, con estrados de roble para varios especímenes de gran tamaño: un mamut peludo (encogido, pero que seguía siendo enorme), un elefante blanco y una jirafa sin cabeza. Viendo detenerse a Puck, a Nora se le cayó el alma a los pies.
- Los gabinetes de la época hcían cualquier cosa con tal de conseguir público de pago. Fíjese en la cría de mamut. La encontraron en Alaska, conservada por el frío.
Acercó una mano a la panza y apretó algo. Se oyó un clic, y descendió una trampilla.
- Esto era un número de feria. Había una etiqueta donde ponía que el mamut llevaba cien mil años congelado, pero que un científico iba a descongelarlo y a intentar resucitarlo. Antes de empezar el número, se metía por la trampilla un hombre muy pequeño. Cuando ya estaba todo lleno de espectadores, salío otro, un falso científico, daba una conferencia y empezaba a calentar el mamut con un brasero. Entonces el de dentro empezaba a mover la trompa y a hacer ruidos.- Puck rió por lo bajo-. La gente de entonces era mucho más ingenua, ¿verdad?
Volvió a meter la mano y cerró con cuidado la trampilla.
- Verdad, verdad- dijo Nora (...)"

Douglas Preston & Lincoln Child, Los asesinatos de Manhattan (The Cabinet of Curiosities), 2002.

"Curiosamente" Douglas Preston investigó sobre el primer gabinete de curiosidades aquí citado:

Preston, Douglas J. 1986. Dinosaurs in the Attic: An Excursion to the American Museum of Natural History. New York: St. Martin's.

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