"Las viejas utopías, aquellas que veían en el museo una potente herramienta de comunicación, de educación, de transformación social, de placer, siguen siendo eso, utopías derrotadas en gran medida por viejos lastres y nuevos mitos en el quehacer museológico. Lastres que tienen que ver con el lugar que cada actor -obras, visitantes, conservadores- ocupan en la escenografía museística, en la cual los distintos componentes no acaban de encajar de manera ágil y armónica, por lo que los resultados obtenidos no son todo lo enriquecedores que cabe esperar. Nuevos mitos que nos remiten al último, al más reciente, al que al fin y al cabo justifica y perpetúa la situación de los museos, al de la sacrosanta cuantificación numérica, según la cual el éxito o el fracaso se mide únicamente en función de la asistencia.
Las cifras de asistencia son válidas y necesarias en muchos campos -análisis de impactos económicos, generación de recursos, proyección publicitaria, etcétera-, pero difícilmente pueden sustentar una estrategia en lo que lo cualitativo debería ser más importante que la notación numérica: siempre será conveniente discernir lo que es auténtico enriquecimiento cultural de lo que no pasa de legitimación social, tanto de las instituciones -que ven en los museos eficaces instrumentos de intervención social, aunque no sea más que aparente, superficial, de imagen- como de los usuarios y degustadores de esa nueva variedad de consumo cultural, quienes buscan en los museos el barniz de distinción que parece otorgar eso que se ha dado en llamar alta cultura".
Iñaki Díaz Balerdi, La memoria fragmentada: el museo y sus paradojas. Gijón, Trea, 2008, pp. 169-170.
Más sobre la importancia que se le da en la actualidad al número de visitantes en Javier Montes, "La lógica de los números"
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