"El "vandalismo" revolucionario -palabra acuñada en 1794- fue complejo en sus orígenes y en sus efectos. Se debatió abiertamente por vez primera en 1790, cuando se hicieron planes para destruir, o al menos desmantelar, los cuatro esclavos de bronce que adornaban la estatua de mármol de Luis XIV, con su traje para la coronación, enclavada en la Place des Victoires; se trataba de los mismos esclavos cuya causa defendiera con ingenio Voltaire casi medio siglo antes. Aunque la hostilidad a la Iglesia y a la aristocracia fue lo que estimuló en primer lugar, tanto a nivel oficial como privado, aquella campaña, y lo que después hizo fracasar los tibios intentos para moderar la destrucción, la avaricia desempeñó un papel casi tan influyente como la ideología. La abadía de Cluny, uno de los monumentos sacros más famosos de toda Francia, siguió usándose como cantera mucho después del restablecimiento del cristianismo y de la restauración de la monarquía borbónica. La arquitectura y escultura de la Edad Mediad sufrieron especialmente a manos de los revolucionarios y de sus herederos, porque el gusto y la política se unían a menudo para condenarlas; pero las imágenes que primero llamaron la atención habían sido muy distintas."
Francis Haskell, La historia y sus imágenes (1993)
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