He aquí que hoy traemos a Le Chambre Denon el curioso caso de un médico alemán cuya familia es propietaria de la importante empresa de cosméticos WELLA y cuya pasión se ha centrado tanto en el coleccionismo de arte contemporáneo como en la creación de exposiciones que giran en torno a la idea de la Wunderkammer.
Se trata de Thomas Olbricht, un famoso endocrino y bioquímico que ha vivido y trabajado siempre en la ciudad de Essen. De hecho, su colección es de las más significativas del Volkwang Museum (y que yo tuve la suerte de ver hace ya unos cuantos años). Comenzó con cinco añitos a coleccionar sellos y luego su interés se fue decantando por los coches en miniatura, las esculturas en pequeño formato y ya en los años ochenta del siglo XX por el arte contemporáneo. Es uno de los coleccionistas más reputados del mundo y ahora se dedica en exclusiva a gestionar su colección y a comisariar exposiciones. Su obra más reciente acaba de presentarse en Berlín, una especie de museo que él prefiere considerar como un laboratorio de arte para la experimentación de ideas. Y es que su colección, formada por más de 1.700 objetos, no lo olvidemos, se ha ido construyendo a lo largo del tiempo gracias al interés de Olbricht por temas en particular que le han obsesionado en un determinado momento, siempre con el propósito de la experimentación artística a través de la confrontación de objetos de diferentes épocas. Es una manera de ver el mundo que él luego traduce en su colección y en un espacio determinado, como si fuera una isla adonde acude el visitante, como señala él mismo en la entrevista que adjuntamos al final de la entrada.
Con estas lecturas el doctor Olbricht crea sus peculiares Wunderkammern, como aquellos mismos coleccionistas de los siglos XVI y XVII que almacenaban las curiosidades que iban llegando al Viejo Mundo procedentes del Nuevo tras el descubrimiento de América. Aquellos microcosmos tenían unas características muy definidas que el mismo Olbricht trata de recrear en sus particulares "islas". En su obsesión por el coleccionismo ha recorrido un camino personal por la historia de los museos pero a la inversa. En la actualidad, ya en la tardía madurez de su vida, su interés se ha centrado en la reconstrucción del origen mismo del museo, la Wunderkammer y en las peculiares relaciones que se daban entonces entre el arte y la ciencia. Tal y como le ocurrió en los años setenta y ochenta a la museóloga italiana Adalgisa Lugli, Olbricht experimenta con el diálogo que se establece entre las obras de aquellos siglos y las de creación más reciente.
Sus colecciones están repartidas en veinte museos de todo el mundo (como en Essen o en el Weserburg) y las exposiciones por él comisariadas como Rockers Island (Essen, 2007), Go for it! (Bremen, 2008, segunda edición de Ohne Zögern) o la que se muestra ahora en Berlín siguen centrándose en la apasionante idea de una Wunderkammer postmoderna.
Se trata de Thomas Olbricht, un famoso endocrino y bioquímico que ha vivido y trabajado siempre en la ciudad de Essen. De hecho, su colección es de las más significativas del Volkwang Museum (y que yo tuve la suerte de ver hace ya unos cuantos años). Comenzó con cinco añitos a coleccionar sellos y luego su interés se fue decantando por los coches en miniatura, las esculturas en pequeño formato y ya en los años ochenta del siglo XX por el arte contemporáneo. Es uno de los coleccionistas más reputados del mundo y ahora se dedica en exclusiva a gestionar su colección y a comisariar exposiciones. Su obra más reciente acaba de presentarse en Berlín, una especie de museo que él prefiere considerar como un laboratorio de arte para la experimentación de ideas. Y es que su colección, formada por más de 1.700 objetos, no lo olvidemos, se ha ido construyendo a lo largo del tiempo gracias al interés de Olbricht por temas en particular que le han obsesionado en un determinado momento, siempre con el propósito de la experimentación artística a través de la confrontación de objetos de diferentes épocas. Es una manera de ver el mundo que él luego traduce en su colección y en un espacio determinado, como si fuera una isla adonde acude el visitante, como señala él mismo en la entrevista que adjuntamos al final de la entrada.
Con estas lecturas el doctor Olbricht crea sus peculiares Wunderkammern, como aquellos mismos coleccionistas de los siglos XVI y XVII que almacenaban las curiosidades que iban llegando al Viejo Mundo procedentes del Nuevo tras el descubrimiento de América. Aquellos microcosmos tenían unas características muy definidas que el mismo Olbricht trata de recrear en sus particulares "islas". En su obsesión por el coleccionismo ha recorrido un camino personal por la historia de los museos pero a la inversa. En la actualidad, ya en la tardía madurez de su vida, su interés se ha centrado en la reconstrucción del origen mismo del museo, la Wunderkammer y en las peculiares relaciones que se daban entonces entre el arte y la ciencia. Tal y como le ocurrió en los años setenta y ochenta a la museóloga italiana Adalgisa Lugli, Olbricht experimenta con el diálogo que se establece entre las obras de aquellos siglos y las de creación más reciente.
Sus colecciones están repartidas en veinte museos de todo el mundo (como en Essen o en el Weserburg) y las exposiciones por él comisariadas como Rockers Island (Essen, 2007), Go for it! (Bremen, 2008, segunda edición de Ohne Zögern) o la que se muestra ahora en Berlín siguen centrándose en la apasionante idea de una Wunderkammer postmoderna.
Estimado lector, no se pierda usted la entrevista al doctor Olbricht realizada en el año 2007:
Rockers Island