"Se dispuso un taller para William en un cuarto donde se guardaban sillas de montar que no se usaban, cerca de las cuadras. Estaba medio lleno de las cajas de hojalata, los embalajes de madera, las cajas de té llenas de cosas que Harald había adquirido (al parecer sin ningún interés prioritario evidente), procedentes de todas partes del mundo.
Había pieles de mono y delicadas pieles de loro, lagartos disecados y serpientes monstruosas, cajas y más cajas de escarabajos muertos, de un verde brillante o un morado iridiscente, demonios ateados de monstruosas cabezas con cuernos. También había cajones de muestras geológicas, y paquetes de musgos, frutos y flores variadas, provenientes tanto de los trópicos como de los casquetes polares, dientes de oso y cuernos de rinoceronte, esqueletos de tiburones y matas de coral. Al parecer algunos bultos habían sido reducidos a polvo en suspensión por la acción de las termitas, o condensados en una masa viscosa por efecto del moho. William preguntó a su bienhechor bajo qué criterio quería que procediese, y Harald le dijo: "Póngalo todo en orden, ya sabe. Que tenga sentido, colóquelo todo siguiedo un orden".
(...) Se agenció una mesa de caballete y varios libros de cuentas, una serie de cómodas de coleccionista y algunas alacenas para ejemplares que no podían ponerse acostados ni meterse y sacarse cómodamente de los cajones. Montó su microscopio, y empezó a hacer etiquetas. Cambió las cosas día a día de cajón a cajón, hasta que se encontró con una plétora de escarabajos y una repentina plaga de ranas. No podía inventarse un criterio ordenador, pero prosiguió tenazmente haciendo etiquetas, armando, examinando".
Había pieles de mono y delicadas pieles de loro, lagartos disecados y serpientes monstruosas, cajas y más cajas de escarabajos muertos, de un verde brillante o un morado iridiscente, demonios ateados de monstruosas cabezas con cuernos. También había cajones de muestras geológicas, y paquetes de musgos, frutos y flores variadas, provenientes tanto de los trópicos como de los casquetes polares, dientes de oso y cuernos de rinoceronte, esqueletos de tiburones y matas de coral. Al parecer algunos bultos habían sido reducidos a polvo en suspensión por la acción de las termitas, o condensados en una masa viscosa por efecto del moho. William preguntó a su bienhechor bajo qué criterio quería que procediese, y Harald le dijo: "Póngalo todo en orden, ya sabe. Que tenga sentido, colóquelo todo siguiedo un orden".
(...) Se agenció una mesa de caballete y varios libros de cuentas, una serie de cómodas de coleccionista y algunas alacenas para ejemplares que no podían ponerse acostados ni meterse y sacarse cómodamente de los cajones. Montó su microscopio, y empezó a hacer etiquetas. Cambió las cosas día a día de cajón a cajón, hasta que se encontró con una plétora de escarabajos y una repentina plaga de ranas. No podía inventarse un criterio ordenador, pero prosiguió tenazmente haciendo etiquetas, armando, examinando".
Byatt, A.S. Ángeles e insectos (1992)